Un diario no es un catálogo de empresa

Que gran article el que ha publicat Javier al blog.erreacomunicacion.com. Javier ens parla de la diferencia que hi ha entre un diari i un catàleg, és a dir, ens ensenya que no son el mateix. Pot semblar molt obvi, però la realitat ens diu el contrari. Llegiu-lo, us fareu més sabis:

Un diario no es un catálogo de empresa. Me lo recordó recientemente Pablo, quien de esta manera ponía palabras exactas a lo que yo no acertaba a decir. No, nada que ver. Un diario —rediseñar un diario— tampoco es un ejercicio de estilo. No es o no debe ser una exhibición del diseñador de turno, que aterriza y pone patas arriba lo ya existente hasta ese momento, por encima de su cadáver, hasta el punto de hacerlo irreconocible y de paso dejar al pobre lector más perdido que un pulpo en un garaje.

Está mal que yo lo diga, y además sonará a pataleta de autor, precisamente, pero el último y reciente rediseño de The Independent, el quinto en cinco años, es un despropósito. No deja títere con cabeza. Arrampla con todo, fulmina el diseño (y el diario, y el espíritu) anterior, se inventa con mil excusas y artificios una propuesta nueva que de tan nueva no la reconoce nadie. Y además nada aporta salvo que asemeja al pobre Indy a un reticular catálogo de diseño. No digo todo esto porque The Independent haya decidido ‘acabar’ con la maqueta (y el diario, y el espíritu) de 2011, en la que participamos activamente, aunque el resultado final sólo fuera un 50% de lo que propusimos; lo digo sobre todo porque es un disparate dar semejante volantazo en dos años y ‘reinventar’ el diario prácticamente desde cero: desde el logotipo hasta la última coma. Como si cambiar un diario fuera apenas un juego de vanidades, el “aquí estoy” de un nuevo director, el capricho de millonario.

The Independent, el último y el más débil de los diarios prestigiosos británicos, se ha caracterizado desde el primer día por un coraje editorial a prueba de bombas y por sus constantes vaivenes gráficos. Fue el primero que decidió romper con el tabú del formato y se adentró por la senda del tabloide en las islas. Estaba claro que aquello no conducía a nada, pero lo hizo; después llegó y le imitó The Times. The Independent es europeísta en el país más antieuropeísta, ha sido siempre incómodo con el poder, cuenta con Robert Fisk y otras firmas de primera… pero las cuentas no cuadraron jamás. El rediseño de Cases i Associats en 2005 bajo la dirección de Simon Kelner, cuando el paso a tabloide, fue ejemplar. Me lo compré tantas veces… Admiraba sus portadas cartel, aquellos estupendos pósters-sorpresa editorializantes. También admiré la consistencia de su propuesta interior: la retícula, las proporciones, la selección tipográfica… Una pena que la era Kelner no cuajara tampoco. La deriva posterior es conocida.

Nos llamaron a punto de arrojar la toalla en 2011. Puedo asegurar que, sin tiempo, en unas condiciones de locura, temblamos de emoción. Y que eso se notó en la propuesta que apenas tres semanas después presentamos a Londres. Un diario es, sobre todo, emoción. El rediseño de un diario —lo repito una y otra vez— sólo puede hablar del alma de ese diario: de su intimidad, de lo que ha dicho antes y de lo que ha dejado de decir, o de lo que nunca se ha atrevido a decir hasta la fecha, por las razones que fueren. De lo que lleva dentro de verdad. Nos llamó The Independent y yo recordé de inmediato cuando me compraba el diario a finales de los ochenta, en mis años universitarios. Aprendí y crecí con The Independent. Como con Libération, con The Independent temblé. Experimenté ese temblor indescifrable que indica el buen camino. Por ahí temblando, insistimos en separarlo de The Guardian, del diseño refinado y sofisticado, tan elegantoso, y de todas esas tonterías que se dicen cuando alguien rediseña un diario y quiere imbuirse de prestigio. Había que encontrar una voz para The Independent y dejarse de experimentos y complejos. Puedo confesar con modestia, pero con orgullo, que el entonces subdirector de The Independent, Adam Leigh, el delfín de Simon Kelner y la persona llamada en principio a sustituirle en la dirección, vio y tembló con nosotros.

Era un cambio radical, sí, como el que The Independent acaba de sufrir ahora y estoy criticando, puede argumentar alguien. Era una propuesta que arramplaba con todo, sí. Si quieres, poco respetuosa con el diario anterior. Vale. Es verdad. Pero no es menos verdad que The Independent languidecía en un surrealista blanco y negro, enclaustrado en su traje de sábana-miniatura, acomplejado y mirando de reojo siempre a The Guardian. Lo mismo le pasa a El Mundo con El País en España, por cierto, que le imita hasta en la manera de colocar los filetes en primera página (Me refiero al diario, no a los suplementos ni a las revistas). Y no, The Independent no es The Guardian, como tampoco es The Times o The Daily Telegraph. Es un un diario formidable, crítico e inconformista, el niño malo, ¿el Libération británico? The Independent no podía ser por tanto un catálogo de automóviles o de mobiliario de lujo. No podía ser algo precocinado. Les propusimos sacarse el complejo y practicar aquel gran periodismo de Fisk y compañía sin camisas de fuerza. Allí mismo nació esa cabecera vigorosa, potente, sans serif. Negrísima. Y en unas páginas imperfectas. Un diario imperfecto. Diferente. Difícil de hacer. Exigente. Vibrante.

Me encuentro dos años después con un The Independent de nuevo acomplejado. Débil. Sin voz. Siento lástima por sus lectores, que deben de estar confundidos. Han pasado dos años apenas y no queda ni rastro del cambio profundo de 2011. De aquel temblor. Confieso que me lancé al nuevo The Independent con muchos temores y algunos prejuicios. Pero aún más con curiosidad y ganas de aprender. He leído muchos juicios vertidos a propósito del rediseño, casi todos favorables. Insisten en decir que el diario recupera la sofisticación y la elegancia perdidas. Tanto comentario predecible y facilón me deprime. Es descorazonador comprobar cómo seguimos perdidos, cómo por encima del alma de un diario siguen prevaleciendo el sello de autor y las ansias de premio. Esa especie de monstruo que es la perfección. En concreto: la cabecera en vertical es a la larga un inconveniente, el uso de la retícula y de los blancos en el interior es caótico e inquieta, la tipografía dizque exclusiva no aporta personalidad ninguna, la portada de la sección 2 es igual un día tras otro…

Leo en un blog asociado a The Guardian que The Independent apenas vende 50.000 ejemplares diarios. Mil problemas que se me escapan, a buen seguro, y además una versión descafeinada llama ‘i’ a mitad de precio que jamás podría existir sin el original, y que lo está terminando de matar. Pero de esto nadie habla. Lo fácil es darle la vuelta al calcetín y hasta la siguiente. De repente, The Independent parece un catálogo. Y si un diario se parece a un catálogo es que ha perdido su alma.

Més informació a: blog.erreacomunicacion.com

Salut i diferenciació!

EBDLN-Diari-Cataleg

Via blog.erreacomunicacion.com

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